Como se puede ver en este blog, mi propuesta de investigación está encaminada al análisis de la biología de Aristóteles en relación con sus trabajos en ética y política. Por esta razón, será oportuno iniciar la investigación mencionada estudiando el concepto de naturaleza presente en los primeros capítulos del libro primero de
Una de las frases más importantes, dentro del contexto del libro, en que aparece la expresión por naturaleza es “toda ciudad es por naturaleza, si es que también lo son las primeras comunidades” (Pol 1252b 31). Esta afirmación pretende demostrar dos hechos: que las primeras comunidades existen por naturaleza, y que, por tanto, la pólis existe por naturaleza. Para explicar este hecho, una reconstrucción del argumento aristotélico es esbozado a continuación.
i-Todos actúan siempre en función de lo que les parece bueno.
ii-Toda comunidad tiende hacia algún bien.
iii-Deben unirse hembra y macho para la generación. Y esto no se hace de manera deliberada sino que está en la naturaleza de ambos el desear dejar tras sí otro individuo semejante a ellos mismos.
iv-Es natural también que se unan gobernante y gobernado para su supervivencia.
v-De estas dos comunidades (mujer – hombre y amo – esclavo) surge la casa, cuya función es satisfacer las necesidades cotidianas. Estas necesidades son: la reproducción y la alimentación.
vi-De la unión de casas surge la aldea, cuyo fin es satisfacer necesidades no-cotidianas.
vii-“La comunidad constituida a partir de muchas aldeas perfecta [téleios], es la ciudad que alcanza ya, por así decirlo, el límite de la total autosuficiencia”.
viii-“Lo que cada cosa es al término de su desarrollo, eso decimos que es la naturaleza de cada cosa, como la de hombre, caballo o casa”.
(cf. Pol 1252a 1 – 1252b 34)
Tal vez resulte esclarecedor parafrasear el argumento de la siguiente manera: todos los hombres buscan aquello que consideran bueno (i), y parte de su naturaleza consiste en reproducirse, ya que hay en el hombre (y en las plantas y en los animales) un deseo natural que lo lleva a dejar tras sí un ser semejante a sí mismo (iii), (o, como diría Aristóteles en De anima, el hombre desea participar en el máximo grado posible de la inmortalidad, y la manera de hacerlo, ya que le es imposible ser inmortal él mismo, es asegurando la inmortalidad de la especie, esto es, reproduciéndose). Y, de la misma manera en que se da la unión entre hembra y macho, se da, naturalmente, la unión entre gobernante y gobernado (iv), con miras, ya no a la reproducción sino a la supervivencia. A partir de estas dos uniones (que, como se vio, son naturales) se forma la casa (v), y el bien al que ésta tiende (ii) es el de satisfacer las necesidades cotidianas: la reproducción (unión hombre – mujer) y la alimentación (unión amo – esclavo). Pero el hombre debe satisfacer, además de sus necesidades cotidianas, aquellas que son no-cotidianas, y para ello conforma la aldea, que es la unión de varias casas con el fin (ii) de satisfacer las necesidades no cotidianas (vi). La aldea, entonces, surge con miras a satisfacer necesidades no cotidianas, pero su satisfacción no implica al hombre el vivir bien. Así, ya que la aldea no tiende hacia el mayor de los bienes, es aún imperfecta, de modo que, para mejorarla (i) se unieron muchas aldeas, procurando así la autosuficiencia de la comunidad y la posibilidad no solamente de vivir, sino de vivir bien; a esta comunidad se le llama pólis o ciudad (vii). Sin embargo, no hay nada superior para el hombre que el vivir bien, no puede aspirar a nada mejor, ya que el siguiente nivel sería la divinidad, y su naturaleza le impide ser un dios. Así, la ciudad es el fin de las comunidades, y (viii) “la naturaleza es fin” (Pol 1252b 30). Así, como ya se mostró que la primera de las comunidades existe por naturaleza, y el fin de toda comunidad es la ciudad, entonces la ciudad existe por naturaleza. Podría pensarse entonces, en este contexto, que por naturaleza debe entenderse como una situación en la que, dadas unas condiciones específicas, la naturaleza de los objetos que participan de la situación hace que se produzcan otras cosas. No debe entenderse que la ciudad se da necesariamente, sino que, si se da la unión hombre – mujer, y amo – esclavo, entonces se da la casa, y entonces se da la aldea y, entonces se da la ciudad. Ya que la naturaleza de todas las comunidades es la misma.
La frase a partir de la cual se pretende explicar el segundo significado resulta un poco engañosa, ya que parece que tiene la misma forma de 1, sin embargo, como se verá a continuación la frase “El hombre es por naturaleza un animal político” (Pol 1253a 25) puede ser reformulada, sin alterar su significado, de la siguiente manera: está en la naturaleza del hombre el ser político. Así, el uso de la expresión por naturaleza en este caso quiere decir simplemente que pertenece a la naturaleza del hombre el vivir en comunidad y valerse de ella para conseguir un fin. Recuérdese que el hombre no es autosuficiente. Como se dijo anteriormente, el hombre para vivir debe satisfacer, al menos, sus necesidades más básicas, que son: la reproducción y la alimentación. Pero ninguna de estas dos necesidades las puede satisfacer de manera independiente. Las razones por las cuales no puede reproducirse independientemente resultan obvias; pero tal vez aquellas que le impiden alimentarse sin la ayuda de nadie no lo sean tanto. Para explicar este punto se esbozará brevemente lo dicho por Aristóteles acerca de la esclavitud. Además, la incursión en este tema resulta complementaria, pues puede aclararse a través de la frase en cuestión la siguiente: “es evidente que por naturaleza unos son libres y otros esclavos, y a éstos últimos no sólo les conviene ser esclavos sino que es justo que lo sean” (Pol 1255a 1). Como ya se mencionó, es natural la unión entre gobernante y gobernado con miras a la supervivencia. Pero, ¿por qué no podría el gobernante o el gobernado sobrevivir independientemente uno del otro? Esto se debe a que cada uno hace una tarea que no puede hacer el otro, y se necesita la ejecución de ambas para alcanzar el fin propuesto: la consecución de alimento, por ejemplo, sólo se da si se tiene la fuerza para realizar la labor (cualquiera sea el modo en que el alimento se consiga); pero la fuerza sin dirección no puede lograr nada. Igualmente el conocimiento de cómo debe obtenerse el alimento no es suficiente, pues tal conocimiento debe ser ejecutado. Así, el esclavo por naturaleza (quien “tiene relación con la razón en grado tal que la percibe pero no la posee” (Pol 1254b 22)) contribuye con la fuerza que requiere la tarea y el amo por naturaleza lo guía para que pueda ejecutarla, viéndose ambos beneficiados. Se podría replicar que no todos los gobernantes son débiles físicamente ni todos los esclavos son fuertes físicamente, a lo que Aristóteles responde: “el propósito de la naturaleza es entonces hacer que sean diferentes los cuerpos de los libres y los de los esclavos; los de éstos, fuertes para las tareas necesarias; los de aquéllos, erguidos e inservibles para esas ocupaciones, pero útiles para la vida política” (Pol 1254b 29). Es natural, entonces, que algunos hombres sean dueños de sí mismos y otros pertenezcan a alguien más. Y esto, según Aristóteles, puede verse en todas las cosas que son compuestas, tanto las continuas como las discretas; tanto las vivas como las inertes. El último caso se da en las notas musicales. Pero, en cuanto a los seres vivos, es claro que se da en su interior una relación despótica entre el alma o razón y el cuerpo, y es natural que así sea (en aquellos que no son degenerados); y lo mismo sucede con el macho respecto a la hembra (cf. Pol 1254b 15 ss.). Queda claro entonces que el hombre debe vivir, al menos, en la comunidad llamada casa, “y quien, no puede vivir en comunidad o que, por su autosuficiencia, de nada necesita, no es parte de la ciudad sino, en consecuencia, una bestia o un dios” (Pol 1253a 26). Sin embargo, no se ha mostrado que el hombre sea, en rigor, un animal político. Para hacerlo, habrá que definir, hasta donde sea posible, qué significa ser un animal político. “when he [Aristotle] speaks of some gregarious species as social, politika (e.g. HA 488a3ff., a9ff. mentions bees, wasps, ants and cranes as well as humans), that term does not imply that they form political associations in the strict sense that applies to the polis. Rather politika has the general sense in which it applies to any creatures, humans included, who act together as a group, engaging, as he puts it at HA 488a7ff., in one common (koinon) activity” (Lloyd 188: 1996). Así, si se entiende animal político en el sentido que le da Aristóteles en Historia Animalium, es claro que el hombre sí es un animal político, pues se une con otros de su especie para buscar un fin común al grupo conformado. Sin embargo, se puede decir también que el hombre es un animal político en el otro sentido, esto es, que se asocia buscando no sólo vivir, sino vivir bien. Y esto sólo es posible en la pólis. Y, a diferencia de los otros animales gregarios, al hombre le es posible participar de la ciudad por el hecho de poseer la palabra, y por medio de ella le es posible no solamente expresar dolor y placer (como lo hacen otros animales a través de la voz) sino expresar lo ventajoso y perjudicial y lo justo y lo injusto (cf. Pol 1253a 15). Así pues, mediante el proceso de conformación de la ciudad anteriormente descrito, el hombre logra producir las condiciones necesarias para vivir bien, viviendo en la pólis, siendo un animal político, ya que ésta es su naturaleza. Y el hombre actúa conforme a la naturaleza en la medida en que le es posible.
Llegamos entonces al último significado propuesto en este texto: ser anterior por naturaleza a x. Para desarrollar este sentido de naturaleza se recurrirá a la afirmación “La ciudad es anterior por naturaleza a la casa y a cada uno de nosotros como individuos” (Pol 1253a 19). Esta frase, que en principio parece contra-intuitiva, Aristóteles la aclara una línea más adelante: “pues, si se destruye el todo, ya no habrá pie ni mano” (Pol 1253a 20). Esta frase parece incompleta, podría aclararse un poco más: piénsese en el cuerpo de un hombre como un todo. Este hombre puede perder la mano sin destruirse él mismo; pero la mano que ha perdido el cuerpo sí se destruye, pues ya no puede cumplir su función, y, en palabras de Aristóteles, sólo podrá llamarse mano por homonimia, no porque realmente lo sea. Aplicando este ejemplo al caso de la ciudad pueden surgir algunos problemas. Porque podría replicarse que una casa sigue siéndolo a pesar de que la ciudad de la que hacía parte sea destruida, o incluso si la ciudad nunca llegó a existir. Pero, si se recuerda lo dicho algunos párrafos más arriba, se tendrá en cuenta que “la naturaleza es el fin” (Pol 1252b 30). Y, siendo la naturaleza de la casa el desarrollarse (a la manera de un ser vivo) hasta convertirse en aldea, y de allí crecer hasta constituirse en una ciudad, si la ciudad se destruye, su fin ya no existe, y, por tanto, tampoco existirá el de la casa. Y no podría hablarse propiamente de una cosa que carezca de fin. Sería tanto como pretender que la semilla de un árbol sigue siéndolo a pesar de que no sea posible que un árbol se genere de ella. Si el árbol se destruye, entonces la semilla también se destruye, ya que aquél era el fin de ésta. Si aun hay dificultad en entender este tema, puede deberse a que estamos acostumbrados a asociar la palabra antes a una sucesión cronológica; sin embargo, debe verse en este caso más bien como una implicación lógica. A pesar de que Aristóteles nunca trabajó con la implicación clásica, sí puede verse una relación allí. Esto sólo se expone fines pedagógicos, no debe creerse que Aristóteles lo estuviera pensando así. Piénsese en una implicación como y piénsese a como la pólis y a como una comunidad menor. Si se destruye la casa o la aldea () la ciudad puede darse, pero si se destruye la ciudad (), necesariamente ha de destruirse la casa. En conclusión, la naturaleza es el fin, y en el fin del todo están incluidos los fines de las partes, por tanto la naturaleza del todo es anterior a la naturaleza de las partes que lo componen.
BIBLIOGRAFÍA
ARISTÓTELES
[Pol] Política. Trad. M. I. Santacruz, M. I. Crespo. Editorial Losada.
LLOYD, G.
(1996) Aristotelian explorations.