jueves, 18 de octubre de 2007

El concepto de naturaleza en Política I

Como se puede ver en este blog, mi propuesta de investigación está encaminada al análisis de la biología de Aristóteles en relación con sus trabajos en ética y política. Por esta razón, será oportuno iniciar la investigación mencionada estudiando el concepto de naturaleza presente en los primeros capítulos del libro primero de la Política. Esta obra guarda una estrecha relación con la biología, ya que Aristóteles parece enfrentar el problema de la ciudad (pólis) desde un punto de vista eminentemente biológico. Así, expresiones como x es por naturaleza, o la naturaleza de x es y resultan comunes a lo largo del libro, y de su comprensión depende buena parte de la comprensión de la obra en su conjunto. Teniendo esto en cuenta, pretendo en este texto explicar los usos que hace Aristóteles de la palabra naturaleza. Propongo tres interpretaciones posibles del concepto mencionado: 1-por naturaleza, que debe ser entendido como sinónimo de expresiones como: a- opuesto a por la fuerza y b- opuesto a artificialmente. 2-naturaleza de x. 3-ser anterior por naturaleza a x. Para aclarar lo más posible estas expresiones se dará uno o más ejemplos de casos en que Aristóteles emplea cada una de ellas. Habiendo citado los casos mencionados, se pretende esclarecer la frase y el contexto en que aparece, logrando así dar un panorama general al lector del primer libro de la Política.

Una de las frases más importantes, dentro del contexto del libro, en que aparece la expresión por naturaleza es “toda ciudad es por naturaleza, si es que también lo son las primeras comunidades” (Pol 1252b 31). Esta afirmación pretende demostrar dos hechos: que las primeras comunidades existen por naturaleza, y que, por tanto, la pólis existe por naturaleza. Para explicar este hecho, una reconstrucción del argumento aristotélico es esbozado a continuación.

i-Todos actúan siempre en función de lo que les parece bueno.

ii-Toda comunidad tiende hacia algún bien.

iii-Deben unirse hembra y macho para la generación. Y esto no se hace de manera deliberada sino que está en la naturaleza de ambos el desear dejar tras sí otro individuo semejante a ellos mismos.

iv-Es natural también que se unan gobernante y gobernado para su supervivencia.

v-De estas dos comunidades (mujer – hombre y amo – esclavo) surge la casa, cuya función es satisfacer las necesidades cotidianas. Estas necesidades son: la reproducción y la alimentación.

vi-De la unión de casas surge la aldea, cuyo fin es satisfacer necesidades no-cotidianas.

vii-“La comunidad constituida a partir de muchas aldeas perfecta [téleios], es la ciudad que alcanza ya, por así decirlo, el límite de la total autosuficiencia”.

viii-“Lo que cada cosa es al término de su desarrollo, eso decimos que es la naturaleza de cada cosa, como la de hombre, caballo o casa”.

(cf. Pol 1252a 1 – 1252b 34)

Tal vez resulte esclarecedor parafrasear el argumento de la siguiente manera: todos los hombres buscan aquello que consideran bueno (i), y parte de su naturaleza consiste en reproducirse, ya que hay en el hombre (y en las plantas y en los animales) un deseo natural que lo lleva a dejar tras sí un ser semejante a sí mismo (iii), (o, como diría Aristóteles en De anima, el hombre desea participar en el máximo grado posible de la inmortalidad, y la manera de hacerlo, ya que le es imposible ser inmortal él mismo, es asegurando la inmortalidad de la especie, esto es, reproduciéndose). Y, de la misma manera en que se da la unión entre hembra y macho, se da, naturalmente, la unión entre gobernante y gobernado (iv), con miras, ya no a la reproducción sino a la supervivencia. A partir de estas dos uniones (que, como se vio, son naturales) se forma la casa (v), y el bien al que ésta tiende (ii) es el de satisfacer las necesidades cotidianas: la reproducción (unión hombre – mujer) y la alimentación (unión amo – esclavo). Pero el hombre debe satisfacer, además de sus necesidades cotidianas, aquellas que son no-cotidianas, y para ello conforma la aldea, que es la unión de varias casas con el fin (ii) de satisfacer las necesidades no cotidianas (vi). La aldea, entonces, surge con miras a satisfacer necesidades no cotidianas, pero su satisfacción no implica al hombre el vivir bien. Así, ya que la aldea no tiende hacia el mayor de los bienes, es aún imperfecta, de modo que, para mejorarla (i) se unieron muchas aldeas, procurando así la autosuficiencia de la comunidad y la posibilidad no solamente de vivir, sino de vivir bien; a esta comunidad se le llama pólis o ciudad (vii). Sin embargo, no hay nada superior para el hombre que el vivir bien, no puede aspirar a nada mejor, ya que el siguiente nivel sería la divinidad, y su naturaleza le impide ser un dios. Así, la ciudad es el fin de las comunidades, y (viii) “la naturaleza es fin” (Pol 1252b 30). Así, como ya se mostró que la primera de las comunidades existe por naturaleza, y el fin de toda comunidad es la ciudad, entonces la ciudad existe por naturaleza. Podría pensarse entonces, en este contexto, que por naturaleza debe entenderse como una situación en la que, dadas unas condiciones específicas, la naturaleza de los objetos que participan de la situación hace que se produzcan otras cosas. No debe entenderse que la ciudad se da necesariamente, sino que, si se da la unión hombre – mujer, y amo – esclavo, entonces se da la casa, y entonces se da la aldea y, entonces se da la ciudad. Ya que la naturaleza de todas las comunidades es la misma.

La frase a partir de la cual se pretende explicar el segundo significado resulta un poco engañosa, ya que parece que tiene la misma forma de 1, sin embargo, como se verá a continuación la frase “El hombre es por naturaleza un animal político” (Pol 1253a 25) puede ser reformulada, sin alterar su significado, de la siguiente manera: está en la naturaleza del hombre el ser político. Así, el uso de la expresión por naturaleza en este caso quiere decir simplemente que pertenece a la naturaleza del hombre el vivir en comunidad y valerse de ella para conseguir un fin. Recuérdese que el hombre no es autosuficiente. Como se dijo anteriormente, el hombre para vivir debe satisfacer, al menos, sus necesidades más básicas, que son: la reproducción y la alimentación. Pero ninguna de estas dos necesidades las puede satisfacer de manera independiente. Las razones por las cuales no puede reproducirse independientemente resultan obvias; pero tal vez aquellas que le impiden alimentarse sin la ayuda de nadie no lo sean tanto. Para explicar este punto se esbozará brevemente lo dicho por Aristóteles acerca de la esclavitud. Además, la incursión en este tema resulta complementaria, pues puede aclararse a través de la frase en cuestión la siguiente: “es evidente que por naturaleza unos son libres y otros esclavos, y a éstos últimos no sólo les conviene ser esclavos sino que es justo que lo sean” (Pol 1255a 1). Como ya se mencionó, es natural la unión entre gobernante y gobernado con miras a la supervivencia. Pero, ¿por qué no podría el gobernante o el gobernado sobrevivir independientemente uno del otro? Esto se debe a que cada uno hace una tarea que no puede hacer el otro, y se necesita la ejecución de ambas para alcanzar el fin propuesto: la consecución de alimento, por ejemplo, sólo se da si se tiene la fuerza para realizar la labor (cualquiera sea el modo en que el alimento se consiga); pero la fuerza sin dirección no puede lograr nada. Igualmente el conocimiento de cómo debe obtenerse el alimento no es suficiente, pues tal conocimiento debe ser ejecutado. Así, el esclavo por naturaleza (quien “tiene relación con la razón en grado tal que la percibe pero no la posee” (Pol 1254b 22)) contribuye con la fuerza que requiere la tarea y el amo por naturaleza lo guía para que pueda ejecutarla, viéndose ambos beneficiados. Se podría replicar que no todos los gobernantes son débiles físicamente ni todos los esclavos son fuertes físicamente, a lo que Aristóteles responde: “el propósito de la naturaleza es entonces hacer que sean diferentes los cuerpos de los libres y los de los esclavos; los de éstos, fuertes para las tareas necesarias; los de aquéllos, erguidos e inservibles para esas ocupaciones, pero útiles para la vida política” (Pol 1254b 29). Es natural, entonces, que algunos hombres sean dueños de sí mismos y otros pertenezcan a alguien más. Y esto, según Aristóteles, puede verse en todas las cosas que son compuestas, tanto las continuas como las discretas; tanto las vivas como las inertes. El último caso se da en las notas musicales. Pero, en cuanto a los seres vivos, es claro que se da en su interior una relación despótica entre el alma o razón y el cuerpo, y es natural que así sea (en aquellos que no son degenerados); y lo mismo sucede con el macho respecto a la hembra (cf. Pol 1254b 15 ss.). Queda claro entonces que el hombre debe vivir, al menos, en la comunidad llamada casa, “y quien, no puede vivir en comunidad o que, por su autosuficiencia, de nada necesita, no es parte de la ciudad sino, en consecuencia, una bestia o un dios” (Pol 1253a 26). Sin embargo, no se ha mostrado que el hombre sea, en rigor, un animal político. Para hacerlo, habrá que definir, hasta donde sea posible, qué significa ser un animal político. “when he [Aristotle] speaks of some gregarious species as social, politika (e.g. HA 488a3ff., a9ff. mentions bees, wasps, ants and cranes as well as humans), that term does not imply that they form political associations in the strict sense that applies to the polis. Rather politika has the general sense in which it applies to any creatures, humans included, who act together as a group, engaging, as he puts it at HA 488a7ff., in one common (koinon) activity” (Lloyd 188: 1996). Así, si se entiende animal político en el sentido que le da Aristóteles en Historia Animalium, es claro que el hombre sí es un animal político, pues se une con otros de su especie para buscar un fin común al grupo conformado. Sin embargo, se puede decir también que el hombre es un animal político en el otro sentido, esto es, que se asocia buscando no sólo vivir, sino vivir bien. Y esto sólo es posible en la pólis. Y, a diferencia de los otros animales gregarios, al hombre le es posible participar de la ciudad por el hecho de poseer la palabra, y por medio de ella le es posible no solamente expresar dolor y placer (como lo hacen otros animales a través de la voz) sino expresar lo ventajoso y perjudicial y lo justo y lo injusto (cf. Pol 1253a 15). Así pues, mediante el proceso de conformación de la ciudad anteriormente descrito, el hombre logra producir las condiciones necesarias para vivir bien, viviendo en la pólis, siendo un animal político, ya que ésta es su naturaleza. Y el hombre actúa conforme a la naturaleza en la medida en que le es posible.

Llegamos entonces al último significado propuesto en este texto: ser anterior por naturaleza a x. Para desarrollar este sentido de naturaleza se recurrirá a la afirmación “La ciudad es anterior por naturaleza a la casa y a cada uno de nosotros como individuos” (Pol 1253a 19). Esta frase, que en principio parece contra-intuitiva, Aristóteles la aclara una línea más adelante: “pues, si se destruye el todo, ya no habrá pie ni mano” (Pol 1253a 20). Esta frase parece incompleta, podría aclararse un poco más: piénsese en el cuerpo de un hombre como un todo. Este hombre puede perder la mano sin destruirse él mismo; pero la mano que ha perdido el cuerpo sí se destruye, pues ya no puede cumplir su función, y, en palabras de Aristóteles, sólo podrá llamarse mano por homonimia, no porque realmente lo sea. Aplicando este ejemplo al caso de la ciudad pueden surgir algunos problemas. Porque podría replicarse que una casa sigue siéndolo a pesar de que la ciudad de la que hacía parte sea destruida, o incluso si la ciudad nunca llegó a existir. Pero, si se recuerda lo dicho algunos párrafos más arriba, se tendrá en cuenta que “la naturaleza es el fin” (Pol 1252b 30). Y, siendo la naturaleza de la casa el desarrollarse (a la manera de un ser vivo) hasta convertirse en aldea, y de allí crecer hasta constituirse en una ciudad, si la ciudad se destruye, su fin ya no existe, y, por tanto, tampoco existirá el de la casa. Y no podría hablarse propiamente de una cosa que carezca de fin. Sería tanto como pretender que la semilla de un árbol sigue siéndolo a pesar de que no sea posible que un árbol se genere de ella. Si el árbol se destruye, entonces la semilla también se destruye, ya que aquél era el fin de ésta. Si aun hay dificultad en entender este tema, puede deberse a que estamos acostumbrados a asociar la palabra antes a una sucesión cronológica; sin embargo, debe verse en este caso más bien como una implicación lógica. A pesar de que Aristóteles nunca trabajó con la implicación clásica, sí puede verse una relación allí. Esto sólo se expone fines pedagógicos, no debe creerse que Aristóteles lo estuviera pensando así. Piénsese en una implicación como y piénsese a como la pólis y a como una comunidad menor. Si se destruye la casa o la aldea () la ciudad puede darse, pero si se destruye la ciudad (), necesariamente ha de destruirse la casa. En conclusión, la naturaleza es el fin, y en el fin del todo están incluidos los fines de las partes, por tanto la naturaleza del todo es anterior a la naturaleza de las partes que lo componen.

BIBLIOGRAFÍA

ARISTÓTELES

[Pol] Política. Trad. M. I. Santacruz, M. I. Crespo. Editorial Losada.

LLOYD, G.

(1996) Aristotelian explorations. Cambridge University Press. Cambridge.

lunes, 8 de octubre de 2007

Proyecto de investigación I

Resulta evidente que problemas tan amplios y polémicos como aquellos relacionados con la ética o la política son susceptibles de ser abordados desde diferentes puntos de vista. Es también conocido el profundo interés que en la biología tenía Aristóteles. Tanto así que una parte considerable de su corpus está dedicado a reflexiones acerca del método que debía aplicarse al estudio de los animales y a observaciones cuidadosas de su comportamiento y constitución. El interés que Aristóteles demostró por el estudio de los animales ha suscitado en los últimos años (ya que las obras biológicas del filósofo fueron menospreciadas por mucho tiempo) varias polémicas concernientes a la relación entre sus tratados de ética y política y sus trabajos en biología. Esto se debe a que es posible observar muchas relaciones entre obras como la Política, la Ética a Nicómaco y sus obras propiamente sobre biología, como Sobre las partes de los animales o De anima. Podría incluso decirse que se complementan mutuamente.
Uno de los puntos más notables de esa relación se encuentra en la Política. En el primer libro de esta obra Aristóteles expone el concepto de pólis, explica las partes de que se compone y el fin al que tiende. Entre las características que el filósofo le atribuye a la ciudad están la autosuficiencia, y su existencia por naturaleza. La pólis se compone de varias casas que componen una aldea, y, cuando esta aldea es autosuficiente, entonces se puede decir de ella que es una ciudad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que “el todo es anterior a las partes” (Pol 1253a 19), ya que si se destruye el todo, se destruyen también las partes, pero si alguna de las partes se destruye, el todo se mantiene. Podría pensarse aquí una relación como la de una mano con el cuerpo. “Así, la ciudad es anterior por naturaleza a la casa y a cada uno de nosotros como individuos” (Pol 1253a20). Resulta entonces evidente la relación existente entre el desarrollo de un organismo vivo y el de la ciudad. En De partibus animalium (Sobre las partes de los animales) Aristóteles dice “the fittest mode, then, of treatment is to say, a man has such and such parts, because the conception of a man includes their presence, and because they are necessary conditions of his existence” (Dpa 64a 32). Sería necesario explicar con más profundidad a qué se refiere Aristóteles con expresiones como “por naturaleza”, pero no es ese el objetivo de este texto. Puede verse también una relación entre las obras mencionadas, en el método de investigación seguido por Aristóteles: en De partibus animalium el filósofo deja claro cómo debe estudiarse a los animales: “The true method is to state what the definitive characters are that distinguish the animal as a whole; to explain what it is both in substance and in form, and to deal after the same fashion with its several organs” (Dpa 541a 15), tal y como hace al explicar la pólis. Las implicaciones éticas del tema aquí expuesto parecen claras: al tratar Aristóteles a la ciudad como un organismo, inevitablemente, como ya se dijo, el hombre pasa a convertirse en una parte de ella, sin la cual su existencia como hombre resulta imposible: “…y quien no puede vivir en comunidad o que, por autosuficiencia, de nada necesita, no es parte de la ciudad sino, en consecuencia, una bestia o un dios” (Pol 1253a 27). Así pues, la condición que debe cumplir un ser humano para considerarse plenamente tal es ser parte de una ciudad. Esto se debe a que la ciudad no sólo le posibilita vivir, sino además vivir bien, ya que satisface sus necesidades cotidianas, sus necesidades no cotidianas y una más, acerca de la cual Aristóteles no es muy explícito. Esta última le permite vivir bien. El vivir bien podría entonces relacionarse con la felicidad, aunque esto debe examinarse con más cuidado; para hacerlo será necesario acudir a la ética aristotélica. En el primer libro de Ética a Nicómaco Aristóteles habla sobre el fin de los actos del hombre (similar a como lo hace con el fin de la pólis). Y después de algunas reflexiones y digresiones concluye que el hombre actúa en última instancia en busca de la felicidad. Y dice que la felicidad debe ser una cierta actividad del alma según la cualidad que le es propia. Pero ¿qué actividad le es propia al alma humana? A pesar de que Aristóteles da una respuesta en la misma obra (EN), esta respuesta está íntimamente ligada con otro escrito suyo: De anima. Esta última es una obra que con frecuencia es incluida entre sus obras biológicas, pues en ella el filósofo describe las actividades que le son propias a cada alma, para, según esa información clasificar a los seres vivos. Así, por ejemplo, al alma vegetativa le es propio el alimentarse; al alma animal le es propia la sensación, y al alma humana le es propia la razón o el intelecto. Resulta entonces claro cómo se interrelacionan los tratados aristotélicos de ética, política y biología.

Propongo entonces investigar precisamente las relaciones mencionadas. A partir de una lectura cuidadosa de algunos apartes de las obras sugeridas a continuación, pretendo evidenciar en qué grado las concepciones éticas y políticas de Aristóteles son concepciones biológicas. En otras palabras, pretendo mostrar que Aristóteles enfocó los problemas éticos y políticos del mismo modo en que enfocó sus investigaciones en la biología, lo cual tuvo implicaciones palpables en su método y en sus resultados. Es posible, entonces, resumir el objetivo de la investigación a responder a la pregunta ¿qué tan biológicas son la ética y la política aristotélica? o ¿qué tan estrecha es la relación entre la ética y la política y la biología en Aristóteles? Nótese que el tema que aquí planteo es muy amplio, así que será necesario delimitar más claramente el campo en el que se moverá la investigación. Esto se irá haciendo a medida que la investigación avance.

Para realizar la investigación propuesta acudiré principalmente a los siguientes textos de Aristóteles:

-Sobre las partes de los animales

-De anima

-Política

-Ética a Nicómaco

viernes, 5 de octubre de 2007

Aforismos hipocráticos y explicaciones aristotélicas

La medicina es uno de esos campos del conocimiento en donde cualquier avance repercute de manera inimaginable en la calidad de vida de las personas. No sin razón en muchas sociedades la importancia y reputación del medico es comparable con la del gobernante o la del legislador. Esto se debe, como resulta obvio, a que la salud es un factor decisivo en la calidad de vida de una persona. La salud de los habitantes de un pueblo o ciudad es un criterio confiable para medir su nivel de desarrollo e incluso para medir (como se ha puesto de moda en recientes encuestas) la felicidad del pueblo entero. Por esta razón, personajes como Hipócrates, Galeno o Fleming son considerados, correctamente, benefactores de la humanidad. Estando enmarcado este texto en un curso de ciencia griega antigua, sólo los dos primeros son relevantes. Sin embargo, es por todos conocido que fue Hipócrates el que logró por primera vez sistematizar una gran cantidad de conocimientos relativos a la medicina. El propósito de este texto es, entonces, dar al lector una idea muy general del modo en que se estudiaba la medicina en la época de Hipócrates (contemporáneo a Platón). Para ello se dará una brevísima introducción a la visión que de la medicina tenía Hipócrates. Esta visión se verá mejor reflejada en sus aforismos acerca de las consecuencias de las estaciones sobre el cuerpo humano. Para complementar esta visión, y ya que los aforismos no son suficientemente explicativos, se acudirá la obra, presuntamente apócrifa, de Aristóteles Problemata. En ella el autor, ya sea Aristóteles o un aristotélico posterior, plantea problemas sobre diversos temas, y plantea una posible solución. En el caso de la medicina, los problemas a los que se refiere son, en gran medida, tomados de los enunciados de Hipócrates. Así que lo que aquí se tratará no son propiamente soluciones a problemas, sino más bien explicaciones dadas en Problemata a los hechos expuestos por Hipócrates concernientes a la salud. Habiendo hecho esto, se analizarán brevemente los argumentos que pretenden explicar las observaciones de Hipócrates. Cabe anotar aquí que, acerca de los aforismos que se citarán a continuación, también hay dudas sobre si son realmente de Hipócrates mismo o son de estudiantes y seguidores de su doctrina. En todo caso, el valor de los textos con los que se trabajará no reside en su autoría, sino en la visión que nos pueden proporcionar de la manera en que se concebía la medicina, la salud y el cuerpo humano en la antigua Grecia.

El principio sobre el cual Hipócrates erigió toda su teoría está relacionado con los humores. Según él, en el cuerpo habitan cuatro tipos de humores. Basándose en la información acerca de qué humor dominaba en un cuerpo, Hipócrates podía conocer el carácter de la persona, y las enfermedades a que era proclive, así como los tratamientos que le eran adecuados. Según Hipócrates, en el cuerpo humano hay cuatro tipos de humores: la bilis amarilla, la flema, la bilis negra y la sangre. Aquélla persona en la que, por ejemplo, la sangre dominara, sería muy emocional y artística; y tendría tendencia a enfermedades relacionadas con crisis nerviosas, precisamente por su carácter. Sobre la persona en cuyo cuerpo hubiera mucha flema podía decirse que era débil, hipocondríaco y con una fuerte tendencia a las enfermedades. Y así con los otros humores. Como se puede ver aquí, la teoría hipocrática no se limitaba al ámbito de la medicina, su teoría tenía alcances en áreas como la psicología. La salud, entonces, para Hipócrates, consistía en el perfecto balance de los humores que habitan el cuerpo. Y, por consiguiente, cualquier exceso implicaría una enfermedad. Sin embargo, se sigue lógicamente que no toda enfermedad es producto de un exceso, pues las hay también accidentales. Frente a las primeras, el procedimiento normal estaría basado en dietas y ejercicios. El tratamiento de las segundas requeriría posiblemente cirugías u otros métodos. Esta noción de salud es adoptada también en Problemata: “Why is it that great excesses cause disease? Is it because they engender excess or defect, and it is in these after all that disease consists?” (Prb 859a 1-2).

Estos humores, en cuyo balance dependería la salud de una persona, son susceptibles de modificar su estado. Por ejemplo, es posible que la flema, que está íntimamente relacionada con el agua, se congele. Así, resulta evidente que los humores, y con ellos la salud, pueden verse afectados por condiciones climáticas como el frío o el calor. Introducimos así el primero de los aforismos que se tratarán en este texto. Está, como se dijo, relacionado con las estaciones, las condiciones climáticas y sus efectos sobre la salud. El aforismo 11 de la sección tercera dice: “Respecto a las estaciones, si el invierno es seco y con viento del norte y, por su parte, la primavera es lluviosa con viento sur, forzoso es que en verano se produzcan fiebres agudas, afecciones en los ojos y disenterías, sobre todo entre las mujeres y entre aquellos varones de constitución húmeda” (Hipócrates 1996: 120). Como se puede ver en este aforismo, la constitución de un cuerpo (el humor que domina) es imprescindible para determinar su tendencia a una enfermedad frente a unas condiciones ambientales dadas. Entre estas condiciones, se pueden encontrar aquí la humedad del aire y la temperatura. Sin embargo, resulta difícil hacerse una idea de las condiciones que en este caso están siendo descritas, pues falta información acerca de los vientos del norte y del sur mencionados. Ya que, como se verá más adelante, no es del todo imposible que un viento haga subir la temperatura de una estación fría y viceversa. Podría pensarse que los vientos del norte son fríos y los del sur, calientes, pero en todo caso ignoraríamos su humedad. Veamos entonces qué explicación se le da en Problemata a esta observación de Hipócrates. Según Aristóteles (o el autor aristotélico), en el verano, después de las condiciones climáticas descritas, el cuerpo se encuentra lleno de humores ajenos o extraños (alien humours), y la tierra, a su vez, se encuentra húmeda y poco propicia para albergar al hombre. Como resultado de lo anterior se producen afecciones en los ojos, debidas a que las excreciones de la cabeza se licuan (se vuelven líquidas) y se produce fiebre. Por otro lado, debido a que la materia de la que se compone el cuerpo es susceptible de calentarse o enfriarse, así como el agua se calienta fácilmente, un aire caliente y sofocante (Stifling) calienta con facilidad el cuerpo y esto produce que en el cuerpo se engendren fiebre y oftalmía. Además, si el verano es lluvioso, el efecto en la salud es aun más nocivo, ya que el sol encuentra material para calentar. (cf. Prb 859b 20 – 860a 10). Revisemos ahora esta explicación. Es posible observar dos justificaciones, y una anotación al hecho descrito. En la primera Aristóteles habla sobre la licuefacción de los humores presentes en la cabeza. En el segundo habla sobre el calentamiento de la materia de la que se compone el cuerpo humano. De la primera justificación es posible obtener alguna información sobre las excreciones de la cabeza. . En ella Aristóteles nos dice que es el estado líquido de esas excreciones las que generan la oftalmía y las fiebres. Y además hay que tener en cuenta que se habla del verano y podemos suponer que la temperatura es caliente, ya que no se ha dicho lo contrario. Y cuando sustancias gaseosas son sometidas al calor, nunca se vuelven líquidas. Por tanto, podemos deducir que las excreciones de las que nos está hablando Aristóteles son sólidas en condiciones naturales. La pregunta que surge aquí naturalmente es ¿Qué excreciones sólidas produce la cabeza, y que a altas temperaturas son líquidas? Resulta difícil para el profano en la medicina pensar en una respuesta. A mi solamente se me ocurre el cerumen producido en los oídos. Pero no parece verosímil Aristóteles pensara que el cerumen líquido produjese oftalmía. Habría que pensar en alguna sustancia relacionada con los ojos. Queda abierta la cuestión. En la segunda justificación Aristóteles menciona al aire caliente como el agente que hace subir la temperatura del cuerpo, y añade que es el calor corporal el que produce la oftalmía y la fiebre. Pero esta proposición parece aportar menos información que la primera justificación; pero puede ser complementaria: se diría entonces que el aire caliente hace que el cuerpo incremente su temperatura, y esto a su vez derrite las excreciones en la región de la cabeza (excretion in the region of the head), produciendo así oftalmía y fiebre. De la anotación al final del argumento aristotélico, puede inferirse que la humedad de un cuerpo depende en alguna medida de la humedad del ambiente, y que, ya que el agua se calienta fácilmente, el sol en un ambiente húmedo es perjudicial para la salud.

Vamos ahora al siguiente aforismo, el 12 de la sección tercera: “sin embargo, si el invierno se presenta con viento sur, lluvioso y suave y la primavera seca y con viento norte, las mujeres, cuyo parto sería para la primavera, abortan por cualquier motivo. Y las que llegan a dar a luz tienen niños débiles y enfermizos, de suerte que, o mueren pronto o son raquíticos y de salud quebradiza. En los demás se dan disenterías, afecciones secas en los ojos, y en los ancianos catarros que matan inmediatamente” (Hipócrates 1996: 120). La explicación de Aristóteles a este fenómeno parte del principio según el cual un cuerpo asimila las condiciones ambientales en que se encuentra. Así, por ejemplo, si la estación es húmeda y cálida, el cuerpo asumirá una condición húmeda y relajada. De esta manera, Aristóteles describe el invierno en el que se presentan lluvias y vientos del sur como una estación caliente y húmeda. Así, por la razón ya expuesta, el cuerpo se encontrará relajado y húmedo. Así, cuando viene la primavera, que en este caso (seca y con vientos del norte) sería fría, los líquidos presentes en el cuerpo se congelan (por el frío) y se endurecen (por la sequedad del ambiente). De donde resulta que las mujeres embarazadas corren el riesgo de abortar en la primavera, debido a la inflamación y mortificación causadas por el frío seco, ya que no les es posible secretar la humedad necesaria al feto y éste se vuelve débil. En el caso de otras personas, ya que no pudieron expulsar el exceso de flemas en la primavera, debido a que éstas estaban congeladas, cuando viene el calor del verano, estas flemas se licuan formando humores en aquellos que son biliosos y secos, ya que sus cuerpos carecen de humedad. Pero estos humores son ligeros (slight) así que estas personas sufren de oftalmía. Por otro lado, aquellos que son flemáticos, sufren de dolores de garganta y catarro. Las mujeres sufren de disentería debido a su humedad natural y al frío. (cf. Prb 860a 10 – 860a 33).

La justificación que da Aristóteles en este caso parece fuerte si se acepta el principio enunciado. Este principio parece verdadero, pues está acorde con la intuición, pues ¿quién negaría que un cuerpo seco permanece así en un ambiente húmedo? Sin embargo podría pensarse que la manera más efectiva de humectar el cuerpo no es mediante el contacto de la piel con el agua, sino de la ingestión, ya sea mediante la boca o por las venas. Pues resulta evidente también que el sediento no se satisface mediante un baño de agua potable, o respirando aire húmedo. Por otro lado, no parece muy plausible el hecho de que un viento cálido, como debe ser el del sur para los países del mediterráneo, pueda modificar tan drásticamente la temperatura en una zona de invierno, haciéndola cálida. Si se asume como cierta la tesis que afirma que un viento cálido puede incrementar ostensiblemente la temperatura en invierno, entonces las explicaciones de los abortos y demás afecciones parecen seguirse de la doctrina hipocrática de los humores, aunque sería necesario precisar a qué se refiere cuando habla de humores ligeros, y por qué los humores ligeros causan oftalmía.

A pesar de las objeciones y cuestionamientos que se le han hecho a las explicaciones expuestas, y todas las demás que podrían hacérsele, parece que la doctrina de los humores propuesta por Hipócrates puede explicar diversos fenómenos que ocurren en el cuerpo humano. En todo caso, en este texto solo se mostró una pequeñísima parte de la teoría y de su aplicación en la comprensión de algunas enfermedades que, al parecer, eran muy comunes entre los griegos de la época del gran médico asclepíada. El valor de toda teoría, y en concreto en este caso, radica en su capacidad de explicar, predecir y tratar los fenómenos que son objeto de su estudio: la salud y la enfermedad en el cuerpo humano. Es importante también tener en cuenta que la doctrina médica propuesta por Hipócrates fue fruto de la observación juiciosa de una gran cantidad de casos, ya que, como se dijo anteriormente, fue él quien se dio a la tarea de organizar una gran cantidad de información relativa a la medicina producida hasta la fecha. Tal vez se deba a la profundidad de las bases y la utilidad de los procedimientos propuestos por el natural de la isla de Cos, que fueron utilizados hasta el siglo XIX, e incluso en nuestros días es posible observar rastros de la teoría de humores en remedios caseros.


BIBLIOGRAFÍA

ARISTÓTELES
[Prb](1953). The works or Aristotle. Problemata. (Trad. E. S. Foster). Londres. Oxford University Press.

HIPÓCRATES
(1996). Tratados Hipocráticos. (Trad. M. del Águila Hermosín). Madrid. Alianza editorial.