viernes, 14 de diciembre de 2007

Trabajo final. Sobre la esclavitud natural

Sobre la esclavitud natural

Uno de los temas tratados por Aristóteles que en la actualidad podrían suscitar apasionados debates (tanto entre filósofos, como entre no-filósofos) es la esclavitud. La reacción que en la actualidad cualquier persona tiene frente a este tema es altamente predecible. Casi nadie (al menos, en público) se proclamaría partidario de la esclavitud, o la consideraría justa, o natural, o beneficiosa para la persona a quien se pretendería esclavizar. Sin embargo, no resulta tan claro que todas las personas fundamenten su posición en argumentos sólidos, y no en clichés o lugares comunes. Se reconoce, pues, que este es un tema que hay que tratar con cuidado, dada su complejidad, como se verá con el transcurrir de este texto. Una de las posibles perspectivas desde las cuales se podría abordar este tema es la biología. Aristóteles elige este camino para enfrentarse a problemas muy difíciles, como aquellos referentes a la felicidad, el modo de vida preferible, la virtud, etcétera[1]. Se pretende en esta versión final del proyecto de investigación plantear el problema con mayor precisión, evidenciar las dificultades a las que se enfrenta su desarrollo, y proponer una posible (aunque de ningún modo definitiva) solución.

Así, las preguntas a la que se pretende dar respuesta, o al menos hacer una aproximación, son las siguientes: 1-¿apoya la evidencia biológica recolectada por el mismo Aristóteles su tesis de la esclavitud natural? 2-¿es sostenible actualmente la tesis de la esclavitud natural en los mismos términos en que fue formulada por Aristóteles? Para responder a estas preguntas se seguirán los siguientes pasos: se hará una breve exposición del concepto de esclavo en Política, posteriormente se esbozarán los argumentos que Aristóteles da a favor del carácter natural de la relación amo-esclavo. Para entender mejor a qué se refiere Aristóteles cuando habla de natural se recurrirá a la Física para explicar el término; se analizarán algunos pasajes de Historia Animalium, ya que allí Aristóteles describe, entre otras cosas, las formas de vida y la manera en que se relacionan muchos animales. Habiendo hecho esto se recurrirá a una obra contemporánea que trata el tema de la inteligencia en los niños, en ella el autor esboza una teoría “asimilacionista” de la inteligencia. Así, tras haber tratado aisladamente el problema de la esclavitud natural, recurriendo exclusivamente a los textos de Aristóteles, puede resultar interesante traer el problema a la actualidad, y ver si a la luz de alguna teoría contemporánea es posible reformular con más propiedad el problema.

En el libro primero de la Política Aristóteles comienza hablando de la ciudad como la comunidad perfecta, y, para describirla en su totalidad, habla de las comunidades de las que se compone. La primera comunidad es la casa, en la que se dan principalmente tres relaciones naturales: hombre-mujer, padre-hijo y amo-esclavo (cf. Pol 1253b 6). El esclavo es descrito por Aristóteles como un instrumento perteneciente a la casa, un instrumento animado (cf. Pol 1253b 28), anterior a los demás instrumentos, ya que sin aquel, éstos no servirían para nada. El amo es entonces, amo del esclavo, y el esclavo es esclavo del amo y le pertenece. Algunas de las características propias del esclavo por naturaleza serían las siguientes: 1-“el hombre que por naturaleza no pertenece a sí mismo sino a otro” (Pol 1254a 15); 2-“quienes difieren entre sí tanto cuanto el alma difiere del cuerpo y el hombre del animal (y tal es la condición de aquellos cuya función es el uso del cuerpo y esto es lo mejor que pueden dar de sí)” (Pol 1254b 16) y, 3-“el que puede pertenecer a otro (y por eso mismo pertenece efectivamente a otro) y tiene relación con la razón en grado tal que la percibe pero no la posee” (Pol 1254b 21). La tercera característica tal vez no ha quedado muy clara, lo que probablemente significa que el esclavo participa de la razón pero no la posee es que el esclavo puede entender un razonamiento, pero no puede por sí mismo producirlo. Queda claro, entonces, que el esclavo que lo es por naturaleza es un hombre apto para labores manuales o físicas, pero muy poco capacitado para labores intelectuales. Sin embargo, no por esto deja de ser un hombre, ya que aun es capaz de entender un razonamiento. Cabe aclarar aquí que Aristóteles está hablando sobre los esclavos por naturaleza, ya que él mismo acepta que hay algunos hombres que son esclavos por accidente, “pues es necesario que admitan que algunos son esclavos en todas partes, y otros en ninguna” (Pol 1255a 31).

Pasemos ahora a los argumentos de Aristóteles para afirmar que hay hombres que por naturaleza pertenecen a otros. La premisa (que se pondrá en cuestión en este trabajo) de la que parte el filósofo en su argumentación es la siguiente: en la naturaleza todo aquello que está compuesto de partes evidencia una relación gobernante-gobernado, y entre estas cosas se encuentran los seres vivos, en tanto parte de la naturaleza en su conjunto (Pol 1254a 32). Así, ejemplos de la relación gobernante-gobernado se encuentran en la naturaleza con facilidad. Un animal, por ejemplo, está constituido de alma y cuerpo, y es natural que uno de ellos gobierne y el otro sea gobernado; asimismo el hombre gobierna sobre los demás animales y el macho gobierna sobre la hembra (cf. Pol 1254a 35ss). Así, el argumento de Aristóteles parece ser una implicación: si es cierto que todo en la naturaleza actúa de la manera descrita, esto es, mediante relaciones gobernante-gobernado, entonces entre los hombres debe darse también esa relación. Pero con este argumento no quedan explicadas las características del gobernado. Éste puede completarse así. Pero, si es cierto que algunos hombres deben ser por naturaleza esclavos, y otros, libres, entonces la naturaleza debió haberlos hecho de tal modo que cada cual resultara lo más apto posible para su tarea: “los [cuerpos] de éstos [los esclavos], fuertes para las tareas necesarias; los de aquéllos [los libres], erguidos e inservibles para esas ocupaciones, pero útiles para la vida política” (Pol 1254b 29). Así pues, parece ser que si Aristóteles logra demostrar, o al menos mostrar, que en la naturaleza se dan las relaciones por él expuestas, su argumento será fuerte. Aunque este punto todavía amerita un análisis cuidadoso.

Pero aun falta una pieza clave para entender lo que Aristóteles probablemente quiso decir cuando hablaba de naturalmente, o por naturaleza, refiriéndose tanto a la condición de esclavitud, de la que dice que es natural en algunos hombres, como cuando afirma que se debe estudiar lo que es natural en aquellos seres que no son corrompidos (cf. Pol 1254a 36). Al principio del libro II de la Física el filósofo explica cuáles son las cosas naturales: aquellas que “tienen en sí mismas un principio de movimiento y de reposo” (Phys). A propósito del término por naturaleza Aristóteles dice: “The term 'according to nature' is applied to all these things [mencionadas en la definición anterior] and also to the attributes which belong to them in virtue of what they are, for instance the property of fire to be carried upwards-which is not a 'nature' nor 'has a nature' but is 'by nature' or 'according to nature'” (Phys). De donde se sigue que, cuando Aristóteles afirma que algunos hombres son esclavos por naturaleza se refiere a que es propio de ellos ser esclavos, les pertenecen atributos de esclavo en virtud de lo que ellos son. Pero aun no se ha hablado del carácter natural de la relación gobernante-gobernado. ¿Qué significa que la relación gobernante-gobernado sea natural? Aristóteles expone muchos sentidos del concepto natural, sin embargo no es el objetivo de este texto detenerse en cada uno de ellos. La definición bajo la cual se interpretará la frase mencionada es, en términos generales, aquella según la cual natural es aquello que sucede siempre o la mayoría de las veces, “But when an event takes place always or for the most part, it is not incidental or by chance. In natural products the sequence is invariable, if there is no impediment” (Phys). De esta manera, que la relación gobernante-gobernado sea natural significa que se da siempre o la mayoría de las veces. Así, la investigación comienza a tener un objetivo más claro: revisar los estudios biológicos de Aristóteles y constatar (o desmentir) el hecho de que en la naturaleza, concretamente en los animales, se da siempre o la mayoría de las veces una relación como la descrita en páginas anteriores.

Los estudios en biología y zoología realizados por Aristóteles resultan impresionantes, tanto por la cantidad de animales que incluyó en ellos, como por la minuciosidad con que los trató. Tanto así que en muchos casos llegó cubrir muchos aspectos de los animales que estudiaba: su fisionomía, anatomía, alimentación, modos de reproducción, enfermedades y tratamientos, comportamientos con otras especies y con otros de su especie, etcétera. Precisamente es este último el tema que en este caso nos concierne. ¿Cómo se relacionan los animales con los de su especie? ¿cómo se relacionan con otras especies?; son algunas de las preguntas que pueden guiarnos hacia la respuesta de la pregunta planteada inicialmente. Sería muy dispendioso analizar todas o siquiera una parte considerable de los animales estudiados por Aristóteles. Por esta razón en este texto sólo se tratarán algunos de ellos.

En Historia Animalium Aristóteles registra información acerca de una grandísima cantidad de especies. En este caso analizaremos las siguientes: las ovejas, las grullas, las hormigas, las abejas, las avispas y los peces en general. Acerca de las ovejas, Aristóteles dice que son los cuadrúpedos más estúpidos, que a veces se alejan de su rebaño sin ningún motivo, que cuando hay una tormenta se sale del refugio y no se mueve a menos que el pastor la llame, corriendo así el peligro de morir. También comenta el autor que el pastor entrena a la oveja para que entre al albergue al sonido de un aplauso, así cuando en una tormenta oiga un golpe fuerte, se entre y no muera afuera (cf. HA 610b 20 ss). Queda evidenciada la “estupidez” de la oveja, pero más que eso, queda clara la dependencia de la oveja al pastor, ya que sin su guía moriría debido a su falta de “inteligencia”. La relación del pastor y de la oveja podría pensarse así: el pastor cuida y alimenta a la oveja, y en retribución la oveja le da lana y, en algunos casos, lo alimenta también. Este ejemplo no muestra, evidentemente, la relación de subordinación entre miembros de la misma especie, sin embargo, sí muestra cómo en este caso el gobernado depende de su amo, y a su vez el amo llega a depender de su gobernado. A propósito de las grullas Aristóteles dice que son muy inteligentes: vuelan muy alto para observar el clima, si ven muchas nubes, entonces bajan y se quedan allí. Cuando vuelan, son guiadas por un líder, y cuando aterrizan y duermen su líder se mantiene despierto atento a cualquier amenaza, para avisar a los demás (cf HA 614b 20 ss). Este caso muestra la dependencia existente entre el líder y sus subalternos entre animales de la misma especie. El problema con este caso está en que no muestra claramente que la grulla líder lo sea por naturaleza. Podría ser que un día una grulla sea líder y al día siguiente esa misma grulla sea dirigida por otra. Hasta ahora no hay ningún ejemplo concluyente a favor de la tesis aristotélica, pero tampoco se ha citado evidencia en su contra.

A las abejas Aristóteles les dedica muchas líneas. En ellas habla sobre los diferentes tipos de abejas y las jerarquías que entre ellas se dan. Habla sobre los reyes (que actualmente se reconocen como las reinas) y su importancia para una colmena. Dice, en términos generales, que los reyes nunca dejan una colmena. Si lo hacen por alguna razón (p.ej. en busca de comida) lo hacen junto con todo el enjambre. Si los reyes no pueden volar, entonces el enjambre los carga. Cuando un enjambre joven se pierde, se orientan de vuelta por el aroma de su líder. Cuando el rey de un enjambre muere, el enjambre también muere. Si un enjambre sobrevive a la muerte de su rey, cuando construya la colmena no producirán miel y morirán. Asimismo, cuando los reyes resultan de una categoría inferior o son defectuosos o inútiles, las abejas trabajadoras los matan, al igual que matan a los zánganos y a las abejas ladronas. Cuando las abejas trabajadoras logran matar a alguno de sus reyes ineficientes, la colmena se vuelve muy productiva; si fallan, la colmena deja de funcionar y las abejas mueren antes de otoño (cf. HA 624a 20 –b 30). En el caso de las abejas no podría hacerse más indiscutible la dependencia entre las abejas reyes y las demás abejas. Especialmente la relación es clara entre las abejas trabajadoras y las abejas reyes. Las abejas reyes dependen de las abejas trabajadoras porque aquellas se mantienen en el panal y casi nunca salen, así que las abejas jóvenes salen a conseguir el alimento y la cera con la que construyen el panal. Estas abejas alimentan a toda la comunidad, y, entre ella, a los reyes. Los reyes, por su parte aseguran la reproducción y la producción de miel, ya que, como se dijo, sin rey, un panal no produce miel. Es una relación clara de interdependencia, así como también es claro quién está por encima de quién en la jerarquía. Este ejemplo podría considerarse paradigmático de la relación amo esclavo, ya que, como se dijo, no sólo el esclavo depende del amo, sino que también el amo depende del esclavo. Precisamente se dice que la relación gobernante gobernado es natural en tanto que tiene como objetivo garantizar en la medida de lo posible la supervivencia de ambas partes.

En el caso de las avispas sucede algo muy similar a lo visto con las abejas. La dinámica en general es así: las avispas se dividen en avispas-madre y en avispas-trabajadoras. La avispa madre encuentra un refugio en verano, cuando ya las avispas trabajadoras han muerto en el solsticio de invierno, y allí produce larvas de avispas trabajadoras. Durante el primer año la avispa madre cuida de las avispas trabajadoras. Cuando éstas crecen, aumentan el tamaño del refugio (colmena), construyen otras colmenas y la avispa madre deja de producir avispas trabajadoras y produce sólo avispas madre. Entonces, la avispa madre ya no hace nada, sólo espera a que las avispas trabajadoras la alimenten (cf. HA 627b 25ss). En este caso no parece hacer falta ninguna aclaración, en las avispas también se presenta la relación gobernante-gobernado. Dependiendo mutuamente uno del otro. Y en los peces sucede algo muy parecido, ya que la mayoría de peces se congregan en cardúmenes o bancos (shoals), y todos los bancos tienen líderes (cf HA 598a 28). En el caso de los peces sucede algo muy similar a lo que ocurre con las gruyas: a pesar de que es claro que debe haber líderes entre ellos, esto no implica que el que asume el liderazgo sea líder por naturaleza.

Hasta ahora parecería que las observaciones hechas por Aristóteles en HA, especialmente aquellas concernientes a las abejas y las avispas, avalan su teoría de la esclavitud natural. Sin embargo, todavía falta un caso importante: las hormigas. Aristóteles afirma que entre los animales más industriosos está la hormiga; además es posible observar cómo marchan una tras otra, cómo recolectan y almacenan comida, y hacen esto incluso en las noches (cf. HA 622b 20). Sin embargo, y este es un punto muy importante, el filósofo también señala que las hormigas, así como muchas más criaturas, no dependen de nadie que las guíe ni que las gobierne: “Again, of these social creatures some submit to a ruler, others are subject to no governance: as, for instance, the crane and the several sorts of bee submit to a ruler, whereas ants and numerous other creatures are every one his own master” (HA 488a 10). Este es, sin duda, un punto frágil en la teoría de Aristóteles. Pues no es el problema sólo de las hormigas, ya que, como se explicó más arriba, en el concepto natural pueden aceptarse algunas excepciones, ya que lo natural sucede siempre o la mayoría de las veces. Pero si se admite que no son sólo las hormigas, sino que hay muchas otras criaturas en las que no se manifiesta la relación gobernante-gobernado, entonces puede haber problemas con la tesis según la cual esa relación es natural.

Así, teniendo en cuenta todo lo anterior es posible plantear algunas hipótesis con respecto al actual problema. Siendo que la fortaleza de la tesis que defiende el carácter natural de la relación amo-esclavo depende de que tal relación en efecto se dé siempre o en la mayoría de los casos, la demostración de tal tesis debe estar centrada en las observaciones biológicas. Tales observaciones nos dan cientos de ejemplos en los que la relación en cuestión se da efectivamente. Pero, por otro lado, también nos dice que hay muchos otros casos en los que no se da. Surge entonces la pregunta ¿qué cantidad se necesita para considerar la frecuencia de un evento como mayoría, especialmente si no se tiene un número de casos totales? ¿A cuál de las afirmaciones de Aristóteles debemos conceder más peso: a la que habla de la cantidad de casos en que la relación no se da, o a todos los estudios específicos en que muestra que tal relación sí se da?

En este punto del texto puede pensarse que se está dejando de lado el tema principal: la esclavitud natural aplicada a los humanos. Para volver a este tema, intentemos despejar algunos de los problemas que han surgido hasta ahora. Aristóteles parece afirmar sin mucha preocupación por sus consecuencias, que no sólo las hormigas sino muchas otras especies son sus propios jefes, esto es, no existe en ellas una relación de gobernante-gobernado. Sin embargo, una afirmación como esa carece de fuerza filosófica o científica, ya que no es posible contrastarla empírica o conceptualmente: ¿cómo saber si en realidad son muchas o no tantas las especies en las que no se da liderazgo alguno? Esto sólo es posible en casos concretos. Aristóteles nos ofrece uno: las hormigas. Dice él que en ellas, a pesar de ser muy organizadas e industriosas, no se da la relación jefe-subalterno. Sin embargo, actualmente es posible controvertir tal afirmación. En un artículo publicado en la revista National Geographic el reconocido investigador Mark Moffett habla sobre la relación entre las plantas y las hormigas: “El hecho de que las hormigas vivan en colonias es de particular valor para muchas plantas cuando actúan como defensoras, las cuales ofrecen azucaradas recompensas cuando la colonia envía obreras para proteger cada milímetro cuadrado de su superficie. Debido a que las obreras hacen todo en nombre del bien común –su principal tarea consiste en proteger la fuente de alimento y a la reina reproductora-, se sacrifican sin dudarlo un instante; su concienzuda vigilancia y extrema devoción al deber las convierten en huéspedes muy deseables de cualquier planta que haya encontrado la manera de explotar los esfuerzos de la colonia” (Moffett en National Geographic en español, mayo de 1999). Es evidente, a partir de la cita, que Aristóteles se equivoca cuando afirma que en las hormigas nadie manda a nadie, que cada una es su propia jefe. Es claro que entre las hormigas hay, al menos, unas que son hormigas obreras, y otras que son hormigas reinas, y, obviamente, las últimas mandan sobre las primeras, de manera muy similar a como ocurre en las abejas.

Así, si se quisiera defender a ultranza a Aristóteles, podría decirse que el único contraejemplo que resultaba fuerte, el de las hormigas, ha quedado resuelto, y, por tanto, su tesis ha resultado fuerte. Deberíamos entonces aceptar que entre los hombres hay unos que son esclavos por naturaleza y otros que son amos por naturaleza, ya que no se ha encontrado ningún caso en otras especies de animales en donde tal relación no se dé, esto es, que no hay ninguna especie en la que los animales sean “anárquicos”. Pero esta afirmación estaría omitiendo mucha información que podría resultar valiosa para aclarar el problema. Entre esa información estaría, sin duda, aquella relacionada con el contexto histórico y social en el que vivió Aristóteles, estudios más recientes en el ámbito de la biología, o, como es el caso de este escrito, estudios relacionados con la inteligencia del ser humano. Estos estudios pueden ser iluminadores en el tema de la esclavitud, ya que, como se expuso anteriormente, una de las características que diferencia un esclavo por naturaleza de una persona que no lo es, es, precisamente, su capacidad intelectual. “El que puede pertenecer a otro (y por eso mismo pertenece efectivamente a otro) y tiene relación con la razón en grado tal que la percibe pero no la posee” (Pol 1254b 21), a ése se le llama esclavo por naturaleza. El factor en el que reside la capacidad o incapacidad de producir razonamientos es la inteligencia. Y, según Aristóteles, la inteligencia es algo que viene dado desde el nacimiento de manera fija. No es posible que alguien nazca siendo esclavo por naturaleza, pero que mediante estudio y ejercicios mentales, logre pasar a ser un amo por naturaleza. Esto se debe a que la naturaleza de una cosa o una persona no es algo modificable, se nace y se muere con ella. Esta parece ser una visión muy pesimista del asunto: el hombre está condenado a ser esclavo si así lo dicta su naturaleza, y no hay nada que se pueda hacer al respecto.

Sin embargo esta afirmación no parecería ser muy aceptable actualmente. Hoy en día se piensa (aunque esto no lo hace verdadero) que el hombre puede determinarse a sí mismo hasta cierto punto. Si quiere ser muy fuerte físicamente puede hacer ejercicios sistemáticamente hasta conseguir su objetivo. Igualmente, si alguien quiere ser capaz en tareas intelectuales, puede hacer los estudios que le parezcan más convenientes. Todo esto, obviamente, hasta cierto punto. No todos pueden ser doctores en matemáticas, ya que hay actividades que requieren unas características muy específicas. Pero nadie pensaría que hay personas totalmente incapaces de conseguir, por ejemplo, un título universitario.

Esta visión encuentra bases teóricas en los estudios del conocido científico, filósofo y psicólogo Jean Piaget. En su obra El nacimiento de la inteligencia en el niño Piaget expone una gran cantidad de casos médicos y de experimentos realizados con niños con el objetivo de determinar el origen de la inteligencia, los tipos de inteligencia, etcétera. Al final de esta obra Piaget explica diferentes teorías acerca de lo que es la inteligencia y los factores que influyen en su desarrollo. Expone teorías como la del empirismo asociacionista, intelectualismo vitalista y algunas otras (que no se enunciarán aquí por razones de brevedad). Y a cada una le objeta algún aspecto. Todo esto para llegar a su Teoría de la asimilación. A grandes rasgos, la explicación de la inteligencia parte de una explicación del proceso biológico en general, de verdades admitidas por todos: “que el cuerpo vivo presenta una estructura organizada, es decir, constituye un sistema de relaciones interdependientes; que trabaja para conservar su estructura definida, y, para conseguirlo, le incorpora los alimentos químicos y energéticos necesarios extraídos del medio ambiente; que, en consecuencia, reacciona siempre a las acciones del medio en función de esta estructura particular y tiende en última instancia a imponer al universo entero una forma de equilibrio dependiente de esta organización” (Piaget 2000: 386). De esta manera, la asimilación es la incorporación de unas condiciones dadas al ciclo de organización.

Se dice que un organismo asimila una realidad cualquiera cuando, a partir de las presiones ejercidas sobre él por el medio ambiente, genera necesidades. El éxito de ese organismo en ese ambiente dependerá de la satisfacción de las necesidades que generó a partir de las presiones mencionadas. Teniendo lo anterior en cuenta, Piaget enuncia su tesis respecto de la inteligencia: “Tal es el contexto de organización previa en el que nace la vida psicológica. Empero, y en ello reside toda nuestra hipótesis, parece que el desarrollo de la inteligencia prolonga un mecanismo semejante en lugar de contradecirlo” (Piaget 2000: 387). En otras palabras, la inteligencia actúa del mismo modo que lo hace la vida, esto es, mediante la asimilación de presiones y generación de necesidades. Para que tal proceso en efecto se dé, el sujeto debe contar con esquemas mentales. A estos esquemas mentales se le van incorporando las cosas externas a medida que el sujeto interactúa con el medio. El sujeto (el niño) busca incorporar cosas a esos esquemas, es una búsqueda del alimento funcional necesario para el desarrollo de la conducta (cf. Piaget 2000: 387). La asimilación de las cosas a los esquemas constituye, según la teoría de Piaget, las primeras operaciones que, más adelante, desembocarán en los juicios propiamente dichos: operaciones de reproducción, de reconocimiento y de generalización (cf. Piaget 2000: 387). Ya aquí comienza a verse un poco más claro hacia dónde se dirige la teoría de Piaget, y cómo ésta se relaciona con la inteligencia. Se puede ver que el ambiente en el que el niño se desarrolla juega un papel crucial en la constitución de su inteligencia y en su posterior capacidad de hacer juicios, entre los que se encuentra el proceso mental de la generalización. Pero Piaget quiere llevar su teoría más allá, quiere ver un círculo en el que cada proceso depende del anterior. La razón presenta una organización formal de las nociones a la vez que utiliza una adaptación de estas nociones a lo real. Así, las nociones se derivan de la experiencia del sujeto con la realidad, y, asimismo, estas nociones permean esa experiencia. La adaptación de la razón a la experiencia, dice Piaget, supone tanto una incorporación de los objetos a la organización del sujeto como una acomodación de éste a las circunstancias exteriores (cf. Piaget 2000: 388).

A manera de conclusión de la exposición de la teoría de Piaget, es conveniente la siguiente cita textual, que, aunque es un poco extensa, puede ayudar a aclarar cuestiones que han resultado confusas hasta ahora. “En el plano racional, esta primacía de la asimilación se traduce en la primacía del juicio. Establecer un juicio no consiste necesariamente en identificar, como en ocasiones se ha dicho, sino en asimilar, es decir, incorporar un dato nuevo en un esquema anterior, en un sistema de implicaciones ya elaborado. La asimilación racional supone siempre, desde luego, una organización previa. Pero, ¿de dónde viene esta organización? De la misma asimilación, ya que todo concepto y toda relación exigen un juicio para constituirse” (Piaget 2000: 389). La teoría de Piaget no es en ningún modo indiscutible, y, de hecho, muchas de las afirmaciones que aquí se han citado requieren un análisis mucho más minucioso. Sin embargo, no es el objetivo de este texto entrar a discutir la teoría propiamente dicha, sino anteponer una teoría sólidamente argumentada como la de Aristóteles, a una teoría contemporánea de un pensador reputado en el área. Volviendo a la teoría de Piaget, es posible deducir muchas cosas de ella, sin embargo, lo que concierne al presente tema se puede encontrar principalmente en la última cita. De la capacidad de asimilar se deriva la capacidad de juicio de un sujeto, pero, a su vez esta capacidad de juicio se deriva de la capacidad de asimilar. Como se había mencionado antes, la teoría de Piaget propone el proceso intelectual como un proceso circular, en el que aquello que le viene del mundo al sujeto es causante del juicio y a su vez este juicio posibilita la incorporación del mundo a los esquemas del sujeto. El punto crucial de la cita está en la respuesta a la pregunta por el origen de la organización que hace posible la asimilación racional. La respuesta es, sencillamente, que tal organización viene de la asimilación que posibilita. Esto parece un razonamiento circular, pero al respecto Piaget pregunta “qué es una estructura organizada, sino un ciclo de operaciones tales que cada una sea necesaria para la existencia de las demás?” (Piaget 2000: 388).

Bueno, aceptemos la validez de la teoría de Piaget. Surge entonces la pregunta ¿cómo se relaciona la teoría de Piaget a la de la esclavitud natural de Aristóteles? Se relacionan precisamente en que ambas tratan el tema de la inteligencia en el hombre. Aristóteles lo hace como punto de partida de su teoría, y Piaget lo hace como final de su teoría acerca del nacimiento de la inteligencia. La pregunta que con lo expuesto ya se debe poder responder es ¿es compatible la teoría de Aristóteles con la de Piaget? La respuesta es no. Como se pudo ver, la inteligencia, para Piaget es el producto de un ciclo que ocurre una y otra vez dependiendo siempre un proceso del anterior. No es una cosa determinada y fija desde el nacimiento, sino que es una cosa que está en constante cambio y que depende enormemente de las circunstancias externas en las que se ubica el sujeto. Probablemente sea posible decir, a partir de lo expuesto, que un niño que se desarrolla en un ambiente poco estimulante para sus sentidos, con pocos retos, y por tanto pocas necesidades, desarrollará una inteligencia pobre si se compara con un caso contrario. Esto se debe a que los retos hacen que el proceso de asimilación genere necesidades, y estas necesidades llevan al sujeto a desarrollar métodos para satisfacerlas. Puede decirse entonces que, en términos generales, todos los niños nacen con las mismas capacidades, dadas por los esquemas innatos con los que el bebé es dotado de manera hereditaria; y que la inteligencia, la capacidad de juicio y de asimilación dependen del entorno en el que el niño creció. Esto está en clara contradicción con la teoría de Aristóteles, ya expuesta, según la cual la persona es dotada con una inteligencia superior o inferior por naturaleza y, a menos que ocurra alguna excepción, esta persona no tendrá más remedio que actuar conforme a lo que la naturaleza le dio, sin ninguna posibilidad de autodeterminación. Así, oponiendo ambas teorías, habría que decir que, si existieron y aun existen esclavos, esto es producto, no de que éstos hayan sido dotados por la naturaleza de una inteligencia inferior a la de los demás, sino a que las circunstancias en las que crecieron no les estimularon de tal manera que desarrollaran a plenitud sus capacidades. Pero esto no impide de ningún modo que desarrollen capacidades mentales a pesar de una edad avanzada, ya que, siguiendo a Piaget, la inteligencia es un ciclo que puede ser modificado en cualquier momento, aunque, posiblemente con mayor facilidad en edades tempranas. Así, parece ser que Aristóteles ubicó todo el peso de su argumentación en lo factores biológicos, pero no incluyó la inteligencia entre ellos, sino que la concibió como dada e inmodificable; diferente a un organismo al que el cambio le es inherente.

BIBLIOGRAFÍA

ARISTÓTELES

[HA] (1956) Historia Animalium. (trad. D. Wentworth Thompson). Oxford. Oxford University Press.

[Pol] Política. (trad. M. I. Santa Cruz, M. I. Crespo). Editorial Losada.

[Phys] Physics. (trad. R. P. Hardie, R. K . Gaye).

PIAGET, Jean

(2000) El nacimiento de la inteligencia en el niño. (trad. Pablo Bordonaba). Barcelona. Crítica.

MOFFETT, Mark

Hormigas y plantas: amigos y enemigos. En National Geographic en español. Mayo 1999.



[1] Ver especialmente el libro X de Ética Nicomáquea, y el libro II de De Ánima

domingo, 2 de diciembre de 2007

Aristóteles y el infinito

El estudio del concepto de infinitud en el contexto de la Antigua Grecia puede enfrentarse a múltiples problemas. Tal vez uno de los más difíciles sea el relacionado con la traducción (tanto del griego antiguo a alguna lengua moderna, como aquel referente a la traducción del concepto mismo), ya que en la actualidad cuando se piensa en el infinito se piensa en algo con unas características claramente definidas por la matemática. Por esta razón, un análisis de lo que los griegos de la antigüedad entendían por infinito puede resultar esclarecedor. Aristóteles es de gran ayuda en este caso, ya que es el primero de los filósofos griegos (que se conoce) que trata el concepto infinito y sus posibilidades de existencia. Los filósofos anteriores a él tuvieron mucho que ver con el concepto en cuestión, sin embargo, ellos lo utilizaban de manera natural en sus explicaciones, sin detenerse a explicar lo que entendían por infinito. En todo caso, el análisis propuesto no carece en ningún modo de problemas. En el presente escrito se pretende hacer una interpretación sencilla acerca de la existencia en potencia y en acto del infinito. Para ello se recurrirá principalmente a la Física y a la Metafísica. Habiendo hecho esto, se contrapondrá la interpretación dada con otra que puede resultar polémica sugerida por Hintikka.

“When we speak of the potential existence of a statue we mean that there will be an actual statue. It is not so with the infinite. There will not be an actual infinite” (Phys III, 6). Esta frase parece ser muy clara y lleva directamente a la interpretación que, según Hintikka, es la más común. Se puede decir que, según Aristóteles, el infinito sólo puede existir en potencia, nunca en acto. Esto, además, parece estar muy acorde con el “sentido común” o con la intuición, ya que es difícil imaginar un objeto al que se le puedan extraer partes indefinidamente; tal es una de las definiciones de infinito dadas por Aristóteles: “A quantity is infinite if it is such that we can always take a part outside what has been already taken” (Phys III, 6). Pero es posible hallar más evidencia para la interpretación según la cual para Aristóteles el infinito no puede existir en acto. En la Metafísica Aristóteles afirma que “the infinite cannot exist actually. For then any part of it that might be taken would be infinite” (Met XI, 10). Podría pensarse, partiendo de lo dicho, que Aristóteles se está refiriendo únicamente a la imposibilidad de la existencia en acto de objetos físicos, y, podría objetarse que hay cosas que no son físicas y que perfectamente podrían ser infinitas en acto, como, por ejemplo, los números. Y el mismo Aristóteles expone el caso de los números como objeto de estudio concerniente al estudio del infinito: “Most of all, a reason which is peculiarly appropriate and presents the difficulty that is felt by everybody-not only number but also mathematical magnitudes and what is outside the heaven are supposed to be infinite because they never give out in our thought” (Phys III, 4). Pero es importante notar que Aristóteles no afirma que los números sean infinitos, sino que se suponen infinitos. Y, más aun, algunas líneas más adelante, en la quinta parte del libro tercero de la Física, dice que el número no puede ser infinito, ya que éste, así como todo lo que tiene número, puede contarse, y, si puede contarse, no es infinito (cf. Phys III, 5).

Pero, siendo que lo anteriormente expuesto parece dejar tan poco lugar a la ambigüedad, ¿qué otra interpretación podría encontrarse acerca del infinito en Aristóteles? Tal vez si comenzamos por la cita que muestra que hay diferentes formas de entender una misma palabra, resulte claro que hay más de una manera de entender lo que Aristóteles nos quiere decir. “The word 'is' has many senses, and we say that the infinite 'is' in the sense in which we say 'it is day' or 'it is the games', because one thing after another is always coming into existence. For of these things too the distinction between potential and actual existence holds. We say that there are Olympic games, both in the sense that they may occur and that they are actually occurring” (Phys III, 6). Esta explicación puede proporcionar algunas luces respecto de cómo entender la oposición potencia/acto en el caso del infinito. Aristóteles dice que el infinito es o existe en el mismo sentido en que decimos que son los Juegos Olímpicos. Pero, ¿acaso no podemos decir que el infinito es en acto del mismo modo que los juegos Olímpicos son en acto? Hintikka diría que los juegos Olímpicos, al igual que el infinito, no se actualizan en su totalidad en un momento dado, como sí pasaría con un individuo específico (cf. Hintikka 1966: 199). Siguiendo con este argumento, el término infinito no sería aplicable, ni como potencia ni como acto, a individuos, como hombres o casas; sino que sería un atributo de algunas secuencias de cosas o eventos individuales (cf. Hintikka 1966: 199).

La Argumentación de Hintikka, para llegar a la conclusión que más adelante se verá, relacionada con una interpretación diferente de la oposición potencia/acto para el infinito, hace uso de la infinitud del tiempo aceptada por Aristóteles. Sin embargo, no cree que la postura de Aristóteles al respecto sea simplemente la de afirmar que los momentos futuros (later and later moments) son posibles, sino que, en efecto, tales momentos se darán. Y, por otro lado, Hintikka señala que Aristóteles ha usado de un modo u otro un principio que fue llamado posteriormente the principle of plenitude, según el cual ninguna posibilidad genuina puede mantenerse sin actualizar durante un tiempo infinito. Así, parece claro hacia dónde se dirige la argumentación de Hintikka. El argumento puede reconstruirse de la siguiente manera: toda posibilidad genuina debe actualizarse en algún momento si el tiempo es infinito, el término infinito debe aplicarse a secuencias de cosas o eventos individuales, el tiempo es infinito; por lo tanto, el infinito es en potencia en el mismo sentido en que lo es en acto. Si una secuencia de eventos o individuos es infinita en potencia, necesariamente lo será en acto, dado que el tiempo es infinito, y una posibilidad genuina debe darse si el tiempo es infinito. (cf. Hintikka 1966: 200). Los juegos Olímpicos existen en potencia, dado que pueden darse, y son en acto ya que se dan uno tras otro (no simultáneamente), “one thing after another is always coming into existence” (Phys 200a 22-23). Parece ser, entonces, que se debe entender por acto, no el hecho de que se presente en su “totalidad” el infinito (cosa que, por definición, sería imposible), sino que la secuencia de cosas o eventos que se dice infinita se esté dando. No tienen razón, según Hintikka, quienes pretenden ver en Aristóteles la afirmación de que el infinito sólo puede existir en potencia y nunca en acto.

Quedan, pues, explicadas dos posibles maneras de entender la posición de Aristóteles frente a la existencia en potencia y en acto del infinito. La primera postura parece, en un principio, fuerte, ya que las afirmaciones de Aristóteles son aparentemente claras. Sin embargo, hay que aceptar que una interpretación de este tipo requiere de mucho más análisis, y, en el caso de Aristóteles, es necesario acudir no sólo a uno de sus textos (y en este caso, a una parte minúscula de uno de ellos), sino intentar aclarar el sentido de sus afirmaciones cotejando teorías presentes en varios textos simultáneamente. En otras palabras, una posición que muestra que existe una cierta coherencia entre lo dicho a lo largo de un texto entero y afirmaciones análogas o complementarias en otros textos, resulta mucho más fuerte que una que se centre en algunos apartes y pretenda encontrar el sentido acudiendo exclusivamente a relaciones entre ellos. Teniendo esto en cuenta, parecería que la interpretación sugerida por Hintikka es más confiable, aunque habría que hacer un análisis más cuidadoso a las teorías y suposiciones de las que parte para afirmar su tesis. Por otro lado, no era objetivo de este texto aclarar del todo ambas posiciones, sino mostrar que hay varias maneras de aproximarse al problema del infinito en Aristóteles, y que hay varias soluciones plausibles al problema aquí planteado. En todo caso, es importante tener en cuenta que el problema que se pretende resolver no es sobre qué quiso decir Aristóteles, sino qué es el infinito, cuáles son sus posibilidades de existencia y muchos otros interrogantes de este tipo que intrigaron a algunos filósofos de la antigüedad.

BIBLIOGRAFÍA

ARISTÓTELES

[Phys] Physics. Trad. R. P. Hardie, R. K. Gaye.

[Met] Metaphysics. Trad. W. D. Ross.

HINTIKKA, Jaakko. The Philosophical Review, Vol 75, No. 2. (Apr., 1966), pp, 197-218.

Stable URL: http://links.jstor.org/sici?sici=00318108%28196604%2975%3A2%3C197%3AAI%3E2.0.CO%3B2-L